YO, EN UN MONTE DE OLIVOS
Gloria Fuertes (1917-1998)
Como un volcán dormido de mentira
—parezco al parecer tan descansada—.
Un ocio agotador que así me enciende,
brotan de mi costado las palabras.
Sudo tinta y tengo sed, sed tengo,
mucha sed de manos enlazadas.
Por la punta del monte de mis senos
por la punta del lápiz va la lava.
Va balada a tus pies o bien protesta,
en una piedra al sol, arrodillada
y la pasión del hombre se me representa:
veo celdas con rejas, hospitales sin camas,
sabios con atómicas, analfabetos con ayuda de cámara,
viudas con marido, casos sin casa,
niños crueles, perras apedreadas,
la traición de un amigo, la destrucción de un alma.
¡No puedo más!... Me levanto y dicen:
—Ahí va Gloria la vaga.
—Ahí va la loca de los versos, dicen,
la que nunca hace nada.
(Cómo atar los bigotes al tigre, 1969)
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Glorierías. ¡Gloria a Gloria Fuertes!
El pasado 27 de noviembre se cumplieron 10 años de la muerte de Gloria Fuertes, la escritora que aconsejó beber hilo y se declaró para siempre poeta de guardia.
Su misión en el mundo pudo ser la de demostrarnos la belleza reflexiva de lo ingenuo, transformando recursos literarios de rima fácil en lecciones de lucidez e inteligencia.
De raíces postistas, fue famosa por sus cuentos o poemas infantiles y premiada por su intervención en programas de televisión para los más pequeños. Se la llamó la “voz de los niños”, porque se valió de su imaginería y de su lenguaje para ver y hablar con actitud siempre asombrada y nueva.
Con estas palabras nos comunicó su horror por la guerra, describió la soledad, y denunció los males en los que se atrapan los seres humanos adultos, incompresibles para un corazón sensible al amor, a la alegría, a los rayos de sol, o a un camello cojito…
Escribir para ella fue una necesidad y un compromiso. Así lo manifiesta en estos versos que compartimos y que saben a Gloria.
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