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UNA PELÍCULA
Basada en la obra de teatro El chico de la última fila, de Juan Mayorga, En la casa (Dans la maison) nos propone un alucinante juego que pone de relieve la frágil frontera que separa en la Vida la realidad de la ficción.
No nos resistimos a reproducir una entrevista realizada a Juan Mayorga, como decimos, autor de la obra teatral en que se basa el filme de François Ozon.
¿La escuela de la obra refleja alguna época concreta?
No, pero sí tiene connotaciones de actualidad. Esa historia se me ocurrió
cuando hice las oposiciones a profesor en 1993, pero no he hecho muchos cambios
con la versión actual porque los conflictos y las posibilidades que había en
aquel sistema de cuando la escribí se mantienen. Hay un discurso que se sigue
dando. El profesor empieza diciendo: todos los chicos son iguales, pero luego
descubre que no. Mi posición personal es que cada uno es un misterio, cada uno
tiene un secreto. Que se diga “los chicos de ahora son todos unos analfabetos”
es el tipo de discurso que una generación lanza para dominar a otra.¿Has volcado en este texto su experiencia personal como profesor de Secundaria?
Yo era profesor de Matemáticas en el Instituto Rey Pastor, de Moratalaz (Madrid), en el turno nocturno, por lo que tenía alumnos que se dedicaban a otras cosas por las mañanas. Un día estaba corrigiendo un examen de fracciones y para mi sorpresa me encuentro un tipo que no había contestado ni una sola pregunta pero había escrito: Juan, no he podido contestar porque no he estudiado, estoy jugando muy bien al tenis, acabo de salir en el Marca, voy a ser un campeón y tú y yo vamos a salir a celebrarlo. Me pareció genial que alguien utilizase un ejercicio escolar para contarte su vida. Eso estuvo en mi cabeza mucho tiempo y pensé: ¿Por dónde llevarlo? Una posibilidad hubiera sido que el alumno revelase algo duro, pero yo ya había escrito Hamelín, una obra sobre el abuso y la violencia sobre los niños, y no quería ir por ahí. Entonces lo convertí en profesor de literatura y me di cuenta de que ambos, alumno y maestro, podían ser chicos de la última fila. Dos solitarios. Gente que probablemente se relacionan mejor con las palabras que con las personas que tienen alrededor. Que quizá el personaje de profesor se entiende mejor con Dostoievski que con su esposa, a la que de algún modo deja en soledad. La obra tiene que ver con el instituto que he conocido hace relativamente poco, pero el hecho de que esté siendo representada por compañías de todo el mundo, de lugares tan diferentes como Corea del Sur, me hace pensar que lo que podría ser un obstáculo es salvado por lo que es universal. Por otro lado, creo que cualquiera de nosotros ha tenido ese profesor decisivo que se cruzó en nuestro camino y que tiene que ver con lo que está pasando en la obra.
Vivimos unos tiempos en los que los padres tienden a sobreproteger a sus hijos. ¿Cuál es tu experiencia en la forma de aprender, de estudiar?, ¿te ayudaban en casa?
Mi padre no hizo deberes con nosotros, pero fue quien me enseñó a leer. Antes de empezar a ir al colegio yo ya sabía leer. Mi padre me leía una colección que se llamaba Dumbo, con historias del pato Donald, Mickey Mouse y, a cambio, yo le leía una página de la cartilla. También le debo la presencia de una fuerte biblioteca en casa que resultó decisiva para mí. Se puede educar de muchas formas, pero la forma más importante con la que educa un padre es con el ejemplo. Si tú ves a tus padres leyendo, que ven buenas películas, que hacen deporte, intentarás emular eso, pero si los ves atontados con la tele luego no te vayas a quejar de los niños. Eso es más importante que cualquier otra cosa. Es verdad que ahora yo no estudio con mis hijos, pero no es infrecuente que te digan: ¿podemos repasar? o ¿me preguntas? Creo que hay que reflexionar sobre la cantidad de deberes que sufre el niño español, con esos horarios tan exhaustivos que tienen más los deberes; no tienen tiempo para jugar y eso es lamentable. Eso no ocurre en otros países, es importante que tengan tiempo para otras cosas.
¿Y en cuanto al sistema educativo actual?
Hablamos de un sistema escolar que no nos satisface, en el que hay muchas cosas que mejorar, y yo creo que es fundamental que se dé entrada a la imaginación y la responsabilidad en la escuela. En ese sentido, creo que es muy importante que haya teatro en la escuela, porque el teatro permite que el chaval que hace de actor se vea obligado a ser responsable de otros, porque, si no se ha aprendido el texto, si ha descuidado su trabajo, eso afecta a toda la compañía; además, es extraordinario que un chaval se ponga en el lugar del otro a través del teatro. Eso es hacer un personaje, ponerse en el lugar de otro, eso es una enseñanza extraordinaria. También creo que es muy lamentable la reducción de la asignatura de filosofía en los planes de estudio. Para mí es importante que haya una asignatura en la que los alumnos puedan reflexionar sobre cómo usamos las palabras y cómo somos usados por las palabras. Cuál es la historia de ciertas palabras importantes: democracia, libertad, bien, mal. No hay asignatura más urgente que esa.
¿Tuviste algún profesor que te marcó como German en la obra?
He tenido suerte con los profesores. Estudié en el instituto Joaquín Turína, de Argüelles (Madrid), tenía un profesor de Lengua que se llamaba Moisés, me encantaría volver a saber de él. Dedicaba una hora a la semana a trabajos de creación; por ejemplo, yo escribía relatos que luego eran comentados, como una suerte de taller literario. Eso, con 14 o 15 años, era extraordinario a pesar de que los comentarios de los compañeros eran frustrantes, pero seguro que eso fue muy importante para mi vocación. Qué importante es eso, que en la escuela un niño pueda ensayar la escritura, el dibujo. Siempre recuerdo una frase de Walter Benjamin: “La escuela no debería ser el lugar de dominio de una generación sobre otra, sino el lugar de encuentro de dos generaciones”. Es decir, que la escuela es un lugar de encuentro sin rehuir el conflicto. En este caso es el lugar de encuentro entre el profesor y el alumno que estaba ahí oculto. Cada uno es mirado por el otro como no es mirado por nadie más.
¿Qué opinas de la premiada película de François Ozon?
Me parece excelente. En ella se ve la imaginación del director, consiguió llevar la obra al lenguaje cinematográfico, al mundo francés y a su propio mundo. Pero cuando me preguntan por la película, siempre hago el recordatorio -y también me lo hago a mí mismo- de que para mí el cine no es una Champions League para la gente del teatro; el cine es un arte extraordinario, pero el teatro también lo es, y además en el teatro lo que vemos no es la imaginación del autor o el director, sino la imaginación del espectador. Es una diferencia extraordinaria que ofrece el teatro. La escuela que se ve en la obra va a ser aquella que tú provoques a partir de tu experiencia o tu deseo, la escuela que padeciste o deseaste. Lo que aquí aparece son sueños y pesadillas de cada espectador.
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