Aquí os dejamos un poquito de su biografía: Huesca, España, 1974. Autodidacta. De alguna forma, Raymond Carver, Gabriel García Márquez, Albert Camus, Rafael Sánchez Ferlosio y José Saramago se pusieron de acuerdo en su cabeza. Sucedió cuando cumplió los veinte. Y desde entonces sólo vive para escribir.
Escribir -para él- es como montar un barco en el interior de una botella, un trabajo delicado e íntimo que necesita del líquido amniótico de la soledad. La literatura es un afluente de la soledad, un afluente poderoso que nos aleja de la locura.
Publicar su primera novela ("Rompiendo corazones con los dientes", Edisena, Valencia, 1998) no fue tan gratificante como publicar su primer texto en un humilde periódico literario de Zaragoza, en 1995. Más tarde llegaron unos cuantos premios de narrativa corta y uno de novela, sueños de juventud con la literatura como eje vertebrador de esa irrealidad que es vivir de las letras.
Gusta del relato corto por su intensidad y su perfección. Y no se detiene a pensar si, como tanto alardean los críticos -"esos entes sin rostro, entre lo humano y lo divino, conductores del autobús que lleva a la gloria o al olvido"- es un género menor o no; disfruta y no hay nada más que hablar. Escuchó por ahí una frase que le define. Dice así: "Me gusta la literatura, pero no los literatos. A uno le puede gustar el jamón, pero no tratar con cerdos".
Por eso no escribe para los cerdos que habitan los jurados de concursos literarios ni para los escritores frustrados que consiguieron la plaza en la universidad. Escribe para sí mismo y también para los demás; eso sí, despierto y con los ojos muy abiertos.
Bueno, y ahí van esas fotos.Escribir -para él- es como montar un barco en el interior de una botella, un trabajo delicado e íntimo que necesita del líquido amniótico de la soledad. La literatura es un afluente de la soledad, un afluente poderoso que nos aleja de la locura.
Publicar su primera novela ("Rompiendo corazones con los dientes", Edisena, Valencia, 1998) no fue tan gratificante como publicar su primer texto en un humilde periódico literario de Zaragoza, en 1995. Más tarde llegaron unos cuantos premios de narrativa corta y uno de novela, sueños de juventud con la literatura como eje vertebrador de esa irrealidad que es vivir de las letras.
Gusta del relato corto por su intensidad y su perfección. Y no se detiene a pensar si, como tanto alardean los críticos -"esos entes sin rostro, entre lo humano y lo divino, conductores del autobús que lleva a la gloria o al olvido"- es un género menor o no; disfruta y no hay nada más que hablar. Escuchó por ahí una frase que le define. Dice así: "Me gusta la literatura, pero no los literatos. A uno le puede gustar el jamón, pero no tratar con cerdos".
Por eso no escribe para los cerdos que habitan los jurados de concursos literarios ni para los escritores frustrados que consiguieron la plaza en la universidad. Escribe para sí mismo y también para los demás; eso sí, despierto y con los ojos muy abiertos.
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