CEMENTERIO EN NOVIEMBRE
Sylvia Plath (Estados Unidos, 1932-1963)
La obstinada escena persiste: los árboles avarientos atesoran
las hojas del año que se va, reacios a llorar su muerte, a vestir el sayal[1]
guarda para sí la dura esmeralda de su esencia,
por mucho que la pomposa mente desprecie
tal pobreza. Los gritos de los muertos
No florecen nomeolvides entre las losas
que pavimentan este camposanto. Aquí es la honesta podredumbre
la que descose el corazón, monda el hueso hasta liberarlo
de la vena ficticia. Cuando un escueto esqueleto
viene a sumarse a lo real, todas las lenguas de los santos se deshacen
en silencio: las moscas no ven resucitar a nadie bajo el sol.
Observa, pues, observa bien este paisaje esencial
hasta que tus ojos urdan una visión deslumbrante en el viento:
sea cual sea la pérdida que destellan los condenados
espectros, aullando en sus sudarios por el páramo,
que puebla el cuarto desnudo, el aire vacío, desocupado.
(1956)
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